sábado, 9 de enero de 2021

Wargame Art (1): SOLDIERS, David Henderson, West End Games

 

Soldiers: Man-to-Man Combat in World War II, West End Games, 1987

Diseño: John Butterfiled

Ilustración: David Henderson

 



Nobleza en el desierto

 


   "Los Hurricanes debieron identificar mi vehículo de reconocimiento blindado, con lo que conté con un nuevo ataque. De nuevo me puse en contacto con Gause: "Estamos siendo atacados por Hurricanes, los convoyes de artillería y antiaéreos están fuera de combate. Cuanto con un nuevo ataque, envíen Messerchmitts". La base inglesa debía estar agrupada detrás del frente, casi una hora después volvían a estar allí. Esta vez nuestros vehículos acorazados tomaron parte en la escaramuza. Con nerviosismo vi cómo a pocos metros de donde me encontraba un Hurricane disparaba un misíl que daba de lleno en uno de nuestros vehículos. Algo nuevo para nosotros.

   Mi radiotelegrafista fue el único que no había abandonado el vehículo e intentaba volver a comunicarse. Junto a él se encontraba mi oficial de comunicación que le iba diciendo lo que debía enviar.

   Entonces apareció un avión en el que me pareció reconocer el emblema de Canadá volando casi a ras de suelo dispuesto a atacar mi vehículo de transmisiones blindado.

   Pude reconocer a unos veinte metros la cara del piloto cubierta por el gorro de vuelo y ver cómo en vez de disparar hacía con la mano un gesto a mi oficial de comunicaciones para que abandonara el vehículo y se fue dibujando un arco muy alto. Le grité enseguida: "¡Saque al telegrafista del vehículo y pónganse los dos a cubierto!"

   El avión había girado en redondo y venía hacia nosotros con el sol tras de sí. Esta vez disparó uno de sus misiles y alcanzó el vehículo de transmisiones, gracias a Dios sin causar demasiado daño. Esta actitud del piloto, ya fuera canadiense o británico, fue para mí un ejemplo de saber hacer en esta guerra sin cuartel. Nunca olvidaré la cara y el gesto que hizo el piloto con la mano".

 

Panzer Commander 

Hans Von Luck

 


domingo, 3 de enero de 2021

Aquellos Aliados de segunda...


    "Seguramente que a menudo tratamos injustamente a nuestros aliados italianos. Estos hombres, a los que normalmente les llamaban "comedores de espagueti", fueron vistos, según fuera su capacidad de combate, como lastre o como ayuda. Nunca nos paramos a pensar que: 

- No siempre debieron ser medidos con nuestro rasero o el de los británicos.

- Que sus armas y carros de combate nada tenían que ver con las estándar que nosotros o nuestros oponentes utilizamos en el norte de África.

- Que nuestros amigos italianos, tanto por motivos de mentalidad como climáticos, tienen otras concepciones, por lo que les exigimos demasiado.

   Los italianos son de naturaleza alegre y galante, tienen otra mentalidad distinta de la alemana. Se dicen que "trabajan para vivir" mientras nosotros "vivimos para trabajar". Tras una manera de ser se esconde una manera de vivir, sin que se pueda decir cuál es la mejor (...). Todas estas particularidades y características influyen en la manera de ser de los italianos. Se toman la guerra de una manera no muy seria y la acaban cuando para ellos no tiene sentido. La máxima patética de Hitler "el soldado alemán vence o muere" está para los italianos demasiado alejada de sus pensamientos y es inquietante (...). En base a esto, el comportamiento y la disposición de nuestros correligionarios no era sinónimo del éxito que Mussolini esperaba de ellos. La flota italiana, con limitaciones, pero con dos buques de guerra ultramodernos, no se puso en situación o no quiso aportar la cantidad de suministros necesaria en el Mediterráneo. De todas maneras, y a pesar de ellos, el destacamento de reconocimiento Nizza se comportó con gran valía, pues sus oficiales y equipos lucharon de nuestro lado hasta el final con mucho valor".

 

Panzer Commander 

Hans Von Luck


 

 

domingo, 27 de septiembre de 2020

Aníbal y Escipión : Antagonistas y sin embargo Hermanos

 



 

De algún modo, Aníbal Barca nunca pudo derrotar a Roma, pero de igual modo, tampoco Roma pudo nunca con Aníbal. Sólo Escipión el Africano en la desigual y crepuscular batalla de Zama, ya en territorio africano, pudo derrotar al genial líder cartaginés. 

De algún modo, sin embargo, lo que la gran Roma no pudo cobrarse por la fuerza de las armas, se lo cobró con creces en el campo del rencor, la ingratitud y la perfidia. Aníbal puso de rodillas al Imperio Romano en su propia casa, dejando en evidencia sus pies de barro. Roma, orgullosa, nunca perdonaría esa afrenta, y perseguiría al general cartaginés sin cesar, hasta sus últimos años, aun cuando ya no suponía una amenaza. 

Y como el orgullo artero y la ingratitud egoísta suelen ir de la mano, Roma acabó también con Escipión, uno de los suyos, el único general capaz de frenar la amenaza cartaginesa... Quién sabe, a lo mejor desde los púrpuras y cómodos asientos de la capital del Imperio, el brillo de semejante gesta empezaba a molestar más que ninguna otra cosa.

Y así fue como Roma, inimitable en su dominio de la deslealtad y la venganza, forjó la mala estrella que arrolló a los dos legendarios antagonistas, haciendo uno sus destinos.

 

"Era el año 183 a. C., y Aníbal, tenía sesenta y cuatro años. Por última vez eludió a los romanos, ahora envenenándose, y al hacerlo manifestó: «Pongamos fin a la gran angustia de los romanos, que han considerado demasiado larga y pesada la tarea de aguardar la muerte de un odiado anciano».

Así murió Aníbal, denunciado por su propio país, por el que tanto había hecho. Antes de transcurrido un año, moría también Escipión el Africano, y en similares circunstancias, asimismo, ya que fue acusado en Roma de haber negociado la paz con Cartago en su propio beneficio, y de apropiarse de fondos públicos. Requerido por el tribunal, Escipión se presentó con pruebas de que había obrado limpiamente, pero en el último momento no quiso presentarlas. Luego se marchó de Roma y se retiró a una casa de campo cerca de Linterno, dando instrucciones de que en la losa de su tumba colocasen esta inscripción : «Mi ingrata patria no tendrá mis restos»."

Aníbal (1969), de Sir Gavin de Beer

 

 

 


 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Los espectros del hielo

"Desde el 21, tempestad constante del OSO y del SO. El 20 teníamos combustible para preparar seis tazas de té y víveres para dos días. Permanentemente hemos estado listos para partir hacia el depósito, distante 20 kilómetros, pero siempre, fuera, espesos torbellinos de nieve aventados por la tempestad. Ya toda esperanza debe ser abandonada. Esperaremos hasta el fin, pero nos debilitamos gradualmente; la muerte no puede estar lejos.

Es espantoso; no puedo escribir más.

Por el amor de Dios, ocupaos de nuestra gente..."

Robert Falcon Scott
Última anotación de su diario.

 A very gallant Gentleman, de John Charles Dollman (Pintura en memoria del explorador antártico Lawrence Oates)

sábado, 10 de diciembre de 2016

Pies de barro





Battle of Albuhera, de William Barnes Wollen


"Yo era toda la clave de un edificio completamente nuevo y de muy leves fundamentos. Su duración dependía de cada una de mis batallas".

Napoléon Bonaparte


sábado, 20 de agosto de 2011

La estrecha memoria







"Con todo esto lo que quiero decirte es que yo ya estaba harto de tanta caja, y estaba deseando salir de allí. Y llego a Argonne. El teniente comandante de la compañía me informa sobre el sector sobre el mapa: 'la de aquí es una trinchera que es de todos y de nadie. Ni la ocupamos nostros, ni la ocupan ellos. Está cortado el paso con caballos de frisia'. Aquella noche, después de cenar, me fui a dar una vuelta por allí, a tomar el fresco y empezar a tomar contacto. ¡Estaba tan oscuro! A unos pasos de la trinchera famosa, me doy de bruces con un tipo alto. Era lo último que esperaba: yo disparé primero, pero así como así, sin querer. El tipo cae, y yo me digo: 'Es imposible, debe estar fingiendo. ¡No puede ser tan fácil matar a un hombre!' Le di una patada en el culo, le puse el cañón del revólver en la nuca. No se movió. ¡Estaba bien muerto!... Lo que más me sorprendió es que fuera tan rápido. Había sido como soplar, y ya estaba... ¡Eso sí, todos los que han venido después me lo han puesto más difícil!...

—Yo no tengo claro cuándo comencé —dice el corpulento sangento de las pecas—. Fue durante el ataque a la cota del Poivre, en el 16... Hasta aquel momento, yo había hecho como los demás: nunca me había preguntado si llegaría a matar a alguien.. Aquella mañana habían matado a mi hermano, un crío de la promoción del 15, justo a mi lado... Una bala en el ojo izquierdo... Cogí dos morrales llenos de granadas, y las fui lanzando a una de sus zanjas. Oía cómo aullaban. Querían salir de allí, y yo les iba enviando al fondo a bombazos. Estuve tirando hasta que ya no se oyó nada más... Debían ser por lo menos veinte, todos juntos en aquella zanja enorme...

—Bueno —les digo—, yo ya he tenido bastante.

Llegado este punto, Conan ya está muy acalorado. Bebe un trago de aguardiente:

—Sí... Hasta la próxima. Porque estoy seguro de que habrá una próxima...

Y como yo se lo discuto, me contesta:

—Tú eres como esos que el día del entierro juran a la puerta del cementerio que nunca olvidarán al muerto. Harás como todos, olvidarás. Ya has empezado a olvidar... Yo me lo he solido decir a menudo: los que están realmente hartos, hartos de verdad, para siempre, bien hartos, son los muertos..."




Roger Vercel
Capitán Conan






martes, 16 de agosto de 2011

Suicidio en las trincheras





Conocí a un soldado raso
que sonreía a la vida con alegría hueca,
dormía profundamente en la oscuridad solitaria
y silbaba temprano con la alondra.

En trincheras invernales, intimidado y triste,
con bombas y piojos y ron ausente,
se metió una bala en la sien.
Nadie volvió a hablar de él.

Vosotros, masas ceñudas de ojos incendiados
que vitoreáis cuando desfilan los soldados,
id a casa y rezad para no saber jamás
al infierno al que la juvetud y la risa van.



Siegfried Sassoon (en versión de Eva Gallud Jurado)
"Suicidio en las trincheras", del poemario Contraataque